I. Introducción: Del poema a la imágen

  • Ana Paula Sánchez-Cardona, Introducción, La vorágine

Este libro es mi personal Voyage autour de ma chambre. Está basado en la investigación académica para la obtención de mi doctorado en Humanidades. Estudié durante años la representación del viaje a través de la fotografía y la literatura durante el siglo XIX. A manera de mosaicos, un patchwork diría mi paciente director de tesis, traté varios temas sobre la fotografía como lo maravillada que estaba la sociedad de mediados del XIX con la alquimia y la obsesión secular por la luz, hasta cuestiones relativas al uso de la fotografía en la antropología como pretexto de aberrantes estudios científicos. Los hilos que tejían tan dispares motivos eran las paradojas a las que nos somete la fotografía añadiendo el elemento del viaje. El viaje como descubrimiento y perplejidad y el dispositivo fotográfico como instrumento para detener el fluir del tiempo. En el siglo XIX, la acción de viajar y la acción de fotografiar se sucedían en tiempos muy distintos al nuestro. No quiero extenderme más en mi estudio doctoral, tan sólo apuntar que entré de cabeza en las relaciones entre escritura y fotografía de cuatro autores, uno de ellos Arthur Rimbaud. Años después de presentar mi tesis seguí actualizando datos y siguiendo pistas de algo que nunca estará acabado ni fuera de polémica. Rastros de Rimbaud surgen entre mohosas cajas heredadas o en sobres traspapelados en librerías de viejo. Yo he elegido seguir sus rastros fotográficos centrándome en sus encuentros con la cámara en París y especialmente en su etapa africana cuando decidió que debía ser fotógrafo. De entonces, el momento más delicado son sus autorretratos, ya que entiendo que el autorretrato comprende un acto de confrontación con nuestra propia imagen. Es esta una especie de biografía a través de la memoria fotográfica de Arthur Rimbaud. Un relato iconográfico que termina con el Arthur Rimbaud fotógrafo. No es novedoso en su biografía hacer mención a las pocas fotografías que realizó durante sus misteriosos años en África. Se conocen algunas de estas fotografías gracias a multitud de ediciones sobre y del poeta. Pero, ¿sabemos realmente cómo llegó esa cámara a sus manos? ¿Podemos llegar a imaginar cómo fue su compra, traslado y puesta en marcha en un desierto estéril como es el puerto de Adén, donde, como describe Rimbaud en una de sus cartas, no hay una hoja si no es traída por el hombre? Y no sólo eso, ¿cómo es que Rimbaud llegó a aprender la técnica fotográfica en una época en la que la fotografía tenía más de alquimia que de mecánica? Finalmente, después de un periplo de años es poco comprensible que una obsesión se desvanezca de repente, sin dejar rastro, que resulte una anécdota de las que las biografías del poeta apenas toman nota. Una curiosidad. Un entretenimiento. Un motivo para extrañarnos todavía más del personaje «Rimbaud». La cámara de Arthur Rimbaud existió y podemos acompañar su experiencia fotográfica a través de su correspondencia y de las noticias biográficas que se conocen hasta el momento. Hasta el momento, digo con especial y cariñosa precaución, porque con Rimbaud nunca se sabe. Cualquier día es bueno para encontrar una caja que contenga un manuscrito, una fotografía o posiblemente la factura de aquella cámara que costó no sólo mucho dinero sino también el orgullo de saberse libre e independiente. La práctica fotográfica de Rimbaud la entiendo como el fin de una época, Rimbaud hace sus fotografías durante los años en que se consume el tiempo de la técnica fotográfica del colodión e inicia la era del gelatino bromuro de plata. Las cámaras, el procedimiento, los segundos de exposición dejarán de ser lo que eran para dar paso a la fotografía que se conoció en el siglo XX. El impasse entre una técnica y otra que no ha sido fácil de determinar en la práctica de Rimbaud al ser realmente muy temprana su apuesta por el gelatino bromuro de plata. No es de mi interés ahora hacer una revisión biográfica mediante su correspondencia, ni mucho menos participar de las intensas polémicas sobre el abandono o no de la poesía mientras estuvo en África, sobre el mito del niño dorado que a tantos autores les interesa cultivar, sobre todos los calificativos, proyecciones y hasta fantasías que su figura despierta en mentes creativas; tan sólo intentaremos situar las circunstancias de su experiencia fotográfica.